Unos cuantos siglos después, todavía sentimos esa misma atmófera densa y libre al mismo tiempo, esa indescriptible sensación de gravidez cada vez que nos subimos a uno de los múltiples miradores a contemplar el Mare Nostrum bañado por la blanca luz lunar.
Todavía ese camino de plata sobre la llanura acuosa sigue invitándonos a andar, a correr, a buscar, a tocar la Luna, que invariablemente parece más cercana que nunca, al alcance de nuestra mano.
Nosotros aprovechamos estas noches maravillosas y cargadas de sueños para recuperar las inolvidables leyendas que han desvelado las noches de los pueblos mediterráneos desde el alba de la civilización. Será cierto o no lo será, pasó realmente o no, lo cierto es que han dejado una huella indeleble en nuestras memorias.
Creo que coincidiréis conmigo en que existen ciertos momentos en que comprendemos que sólo son sueños, pero los sueños vida son.
